Hikikomori, este término es muy conocido para muchas personas a día de hoy. Nos gusta investigar sobre otras culturas y, concretamente, esta palabra se ha expandido también hasta llegar a nuestro diccionario.
Para quienes aún no la conozcan, aquí hablaremos de ella y de lo que conlleva.
Hikikomori o los jóvenes invisibles
Más aún que en nuestra cultura, la aceptación social para los japoneses es de suma importancia. Su misión es integrarse en esta homogénea sociedad, no destacar, no ser un bicho raro, ser uno más y cumplir con las expectativas.
Aunque parezca algo fácil, no lo es. Hay personas que tienen el don de gentes, por decirlo de una manera coloquial y comprensible.
No obstante, algunos jóvenes tienen que enfrentarse todos los días al mero hecho de salir a la calle con una lista de miedos contra los que luchar momento tras momento. Uno de estos miedos puede ser, simplemente, una conversación.
¿Qué es un hikikomori?
Un hikikomori es una persona que no sale de su cuarto. El término en japonés se podría traducir como “enclaustrado”. Esa es la descripción más sencilla con la que traducir este problema.
Ningún hikikomori se encierra en su cuarto porque su vida le vaya estupendamente; son el resultado del pánico al rechazo social que los japoneses, y otras culturas asiáticas en general, tienen.
Una persona que padece este síndrome fue entrevistada por un periodista y dijo que esta forma de estar aislado era su manera de sentirse cómodo y relajado, ya que, fuera de ese “entorno seguro”, no sabía cómo sobrellevar la presión escolar y los problemas de comunicación con su familia.
¿Hay hikikomoris en España?
Sí, existen los casos de hikikomoris en España. Concretamente aquí, suele darse más en hombres adultos con estudios superiores, puede que con trastornos psicóticos, afectivos o de ansiedad.
Este tipo de enfermedad no es muy conocida en España por lo que muchos casos no llegan si quiera a detectarse.
Los motivos por los que los afectados llegan a desarrollar esta enfermedad son similares a los de Japón, aunque en España suele ser más común el fracaso laboral o las relaciones familiares poco propicias.
Caso en España
El doctor García-Campayo, quien trata con personas que sufren el síndrome hikikomori, mantuvo una conversión on-line con uno de sus pacientes ya curado. En este caso era un chico joven que aún asistía al instituto y lo que cuenta es lo siguiente.
Nos menciona que no sabe cuándo exactamente comenzó a tener ese comportamiento, sino que simplemente empezó a sentirse más cómodo si permanecía en casa que si asistía a clase. Mentía y contaba excusas para lograr quedarse en casa. ¿Su explicación? No se fiaba de la gente, tenía miedo al rechazo y a que le ridiculizaran. En casa estaba a salvo.
En internet proyectaba la imagen de él mismo que hubiera querido ser, alguien ingenioso y deportista, no como era realmente. Su día a día transcurría en internet, con horarios de sueño dispares (ritmo circadiano alterado) y sin horario de comida. Toda su vida estaba patas arriba.
Al contrario que su cuarto, algo que no es habitual. Ya que su madre se encargaba de ordenarla y limpiarla, él no se oponía a que estuviese limpia, simplemente no quería salir de ella.
Cuando comenzó el tratamiento con su psiquiatra, el cual tuvo que atenderlo en su propio domicilio, ya llevaba un año sin salir de su casa. Únicamente se movía de su dormitorio al baño.
Confirma que el tratamiento que recibió le ayudo a salir de casa paulatinamente. Le obligaban a estar un tiempo en la calle y ver a gente, también le cortaron el acceso a internet progresivamente. Ahora se encuentra bien si esta fuera de casa, ya no siente ese miedo al estar en la calle o el temor al rechazo de la gente.
Se han dado muchos otros casos, por ejemplo, en el Hospital del Mar, en Barcelona, donde se trató a 164. El período de aislamiento medio de los pacientes fue de 39.3 meses, siendo 30 años el período máximo.
Aunque la mayoría de las personas que permanecían más de 4 años aisladas también mostraban graves trastornos mentales.
Los síntomas del aislamiento
En Asia, es aún más común que los jóvenes padezcan de estos temores. Allí este síndrome se da con mayor frecuencia en hombres jóvenes de entre 18 y 25 años. Aunque se han dado casos en mujeres y en otras franjas de edad.
La enfermedad hikikomori suele verse en el seno de familias con un nivel económico medio, ya que así permitiría que el enfermo pudiera recluirse en su cuarto y continuar subsistiendo.
Cuando sienten que la presión del mundo exterior es demasiado fuerte, toman la decisión de encerrarse en su cuarto donde tienen lo que necesitan para vivir.
Aunque no tiene por qué haber un motivo concreto para esto, el desencadenante suele ser el fallecimiento de un ser querido, el bullying o la soledad que siente el individuo. El día a día de una persona con esta enfermedad transcurre en su dormitorio. Incluso, en Japón, disponen de algún recipiente o algo parecido para poder hacer sus necesidades sin salir del mismo.
El cuarto de un hikikomori suelen ser un auténtico desastre. Como si se sintiera cómodo escondido entre todo ese desorden. Aunque en España es más habitual que su zona de confort sea su casa al completo o, al menos, algunas zonas más de ella, además de su cuarto.
Por ejemplo, salen al baño para hacer sus necesidades aunque normalmente sin establecer ningún tipo de comunicación con la familia que esté en casa en ese momento. Únicamente mantiene con ella el contacto mínimo necesario para conseguir comida, algo de limpieza en algunos casos y la ropa limpia que normalmente se les proporciona.
Las personas que padecen el síndrome hikikomori, ni estudian ni trabajan, su única meta es estar conectados continuamente a internet, jugando a videojuegos on-line o viendo películas.
Físicamente, no se relacionan con nadie, aunque suelen tener amistades virtuales y, si se les observa, suelen presentar síntomas de una depresión profunda o crisis de ansiedad y angustia.
Y os preguntaréis, ¿cómo son los padres capaces de consistir semejante comportamiento? En nuestra cultura, teniendo nuestros propios padres como ejemplo, vemos la figura de unas personas que te imponen ciertos castigos que realmente son por tu bien.
Por otro lado, en Japón el tema del honor y la reputación sigue siendo para ellos algo a tener en cuenta siempre y priorizar. A estos padres les da vergüenza tener un hijo que desencaje, que sea diferente, que tenga problemas que el resto de jóvenes no muestran tener. Y, antes que pedir ayuda para solucionarlo, simplemente consienten la situación, ya que creen que es lo mejor que pueden hacer por él y que es feliz así.
Sus vidas en internet
Estos jóvenes que padecen de este horrible trastorno encuentran en su cuarto un mundo alternativo a esa realidad que detestan, de la que no pueden formar parte, que no coincide con la vida que quieren realmente llevar. Y por “su cuarto” nos referimos sobre todo al mundo del internet.
En internet, muchas personas llevan una vida completamente diferente de la que llevan fuera. Los hikikomoris encuentran la posibilidad de ser otros. De crearse avatares. De comunicarse a través de foros sin tener que dar la cara. Y, otro punto muy importante, el de conocer mundos de fantasía que muchos animes les ofrecen.
El tema del anime y los videojuegos suele tener un rol muy importante en la vida de estos pobres inadaptados. El mundo real no tiene nada que ver con, por ejemplo, el gran mundo de los piratas que la serie One Piece plantea. Para muchos de ellos, es mucho más fácil acurrucarse en su depresión y su crisis existencial, deseando cambiar este mundo por el de cualquiera de esos animes, que salir a intentar solucionar sus problemas.
Esto no es solo algo de los hikikomoris. Mucha gente con depresión en nuestra cultura siente también que el ritmo de esta realidad es insuficiente para todo lo que su cabeza podría plantear. ¿Cuál es el punto divertido de una vida en la que tienes que trabajar para conseguir dinero y comer todos los días?
La mente de los hikikomoris funciona de una manera parecida a este planteamiento. ¿Por qué hay que estudiar? ¿Por qué hay que sacar buenas notas? ¿Ir a una buena universidad es a lo máximo que aspira la vida?
Rechazando el aceptar algo así e intentar hacer de la realidad un terreno en el que jugar y probar alternativas que completen su vida, llegan a la conclusión de que su cuarto es el único lugar en el que pueden sentirse seguros y, por tanto, sentir un mínimo de felicidad.
¿Solo encontramos hombres?
Muchas personas que sufren el síndrome hikikomori son varones, aunque también existen mujeres que toman esta alternativa antes que a la de la sociedad y la vida exterior.
¿Qué mejor que una chica virtual de la que enamorarse cuando las chicas reales dan tanto miedo como personas que interactúan, pueden rechazarte y pueden reírse de ti? O en el caso de las chicas, ¿qué mejor que un chico virtual que en tu imaginación te cuide y nunca te decepcione, antes que un chico que se burle de tu físico o te engañe con otras?
Desde muy pequeños, a los jóvenes se les inculca la idea de que la felicidad está en el matrimonio. Se idealizan las relaciones románticas y se aspiran como requisito de una vida plena. Uno de los miedos de los hikikomoris es el de no encontrar a nadie que los quiera como son. Por ello, el amor que un personaje ficticio puede darles en su propia cabeza es lo suficientemente valioso como para sentirse conformes con ello.
Por ello, los juegos de citas, tanto para hombres como para mujeres son tan populares allí, y las personas que padecen este síndrome suelen utilizarlos como forma de relacionarse.
A veces, no son personajes ficticios, sino idealizaciones de personas que realmente existen. Por ejemplo, en Japón es muy normal el hecho de que los fans se enamoren de sus ídolos. Especialmente los fans que son chicos de las ídolos femeninas. Precisamente, por este tipo de fans, en los contratos de estas cantantes se les prohíbe el tener pareja, pues vende mucho más una joven soltera con la que imaginarse teniendo una relación que una chica comprometida que se muestra feliz con su pareja delante de los medios.
Tratamientos
Algunos hikikomoris acceden a seguir una terapia para reincorporarse en la sociedad, aunque es algo muy difícil para ellos, ya que significa aceptar que la vida que tienen no es otra y no pueden ser otras personas, en otro mundo. Otros llegan a estar recluidos por su propia voluntad en sus habitaciones y se niegan a salir de ellas para siempre.
Según la terapeuta Isabel de Rojas, en España este tipo de casos no suelen llegar a un nivel tan alto de aislamiento ya que el soporte familiar y social de nuestro país es mucho más potente que el de otros países.
Por otra parte, también sostiene que el aumento de las tecnologías ha ayudado a que esta enfermedad se agudice y acelere el proceso por el cual los pacientes buscan un refugio lejos de la realidad.
Isabel recomienda un tratamiento progresivo, ya que si abruptamente se les intenta exponer en el exterior, podría resultar contraproducente.
Un psiquiatra japonés coincide en esto con la terapeuta, por lo que cree en mantener un contacto diario con los enfermos, pero sin pedirles que abandonen ese encierro de manera brusca. Gracias a esto, el enfermo poco a poco abandonará ese estado y comenzará a reinsertarse en la sociedad.
En contrapartida tenemos a otro psiquiatra de origen occidental, cuya propuesta consiste en sacarlos a la fuerza de ese estado de reclusión cuanto antes. Ya que, según mantiene, será más difícil avanzar en su tratamiento cuanto más tiempo pasen encerrados. También culpa a los padres de haber permitido que sus hijos llegasen a esos extremos, suministrándoles todo lo que necesitan para mantenerse en esa situación.
El tratamiento para estos enfermos ha ido evolucionando en España, ya que al principio era una enfermedad desconocida y, ahora, Barcelona cuenta con un servicio de atención domiciliaria para ello.
¿Qué opinas sobre el síndrome hikikomori? ¿Crees que la situación no es tan complicada como lo parece y que tiene fácil solución? ¿O entiendes por qué estos jóvenes deciden encerrarse y desconectar de la vida real?
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