En el mundo globalizado actual damos por sentado la relación continua de los países y que es sencillo para los habitantes de todos los países comunicarse entre ellos y al instante, pero antes esto no era tan fácil. Prueba de ellos fue que el primer tratado entre Rusia y China, el Tratado de Nérchinsk o Nipchu, se tuvo que hacer en latín, un idioma que no era oficial en ninguno de los dos países y que muy poca gente podía hablar.
El primer acercamiento de estas dos naciones ocurrió cuando los rusos comenzaron la expansión hacia el oriente, que se inició aproximadamente en el año 1542 y acabó en el 1991. Fue un proceso muy largo de acercamiento, asentamiento, vasallaje y conquista, en el cual los rusos fueron los primeros europeos en adentrarse en esta zona desconocida.
Mientras todas las potencias europeas se lanzaban en sus navíos a explorar el mundo y conquistarlo, los rusos se centraron en abrirse paso lentamente por las estepas y bosques nevados que dominan Siberia.
La continua expansión hizo que se topasen con un imperio de leyenda, el chino, apenas contenido en la más culta enciclopedia, fuente de la seda y productos que habían maravillado durante siglos a Occidente. Junto a este gran imperio terrestre que se estaba formando el Imperio Chino conformaba el segundo imperio terrestre más grande del mundo. Ambos estaban centrados en la tierra, no en el mar, por lo que cualquier transgresión territorial era un asunto muy grave.
Los contactos rusos y chinos empezaros en las primeras décadas del siglo XVII, pero no fue hasta el año 1640 cuando los rusos llegaron a la cuenca de rio Amur, el cual fue el origen de la discordia entre los dos países.
En 1644 los manchúes se hacían con el mandato del cielo y se sentaban en el trono de China, derrocando a la dinastía Ming, de etnia han. Esto hizo que alrededor de esta fecha la situación en China fuese muy tensa, situación que aprovecharon los rusos para adentrarse en territorio manchú y crear varias fortificaciones, como la de Nérchinsk o Albazin.
La nueva dinastía reinante no estaba por la labor de ver su prestigio reducido debido a la intrusión de un pueblo considerado bárbaro, por lo que empezaron una serie de escaramuzas, avances y repliegues para hacerse con el control del territorio.
Para colonizar estos territorios y luchar contra los chinos los rusos utilizaron una caballería formada por los famosos cosacos y a su vez los chinos echaron mano de los coreanos. Es decir, utilizaron pueblos vasallos o sobre los que tenían gran influencia para que lucharan por sus intereses.
La presencia coreana en estas escaramuzas comenzó en el año 1654, cuando un contingente coreano se unió al manchú y reunió un ejército de 1500 soldados. Estas campañas se conocen en la historia de Corea como Naseon Jeongbeol (나선 정벌), que significa literalmente “conquista rusa”.
Esta situación continuó hasta el año 1686, cuando los chinos definitivamente expulsaron a los rusos, no sin estos antes haber conquistado y reconquistado varias veces la fortaleza de Albazin. Aun así, los rusos nunca mantuvieron el control completo de los campos manchúes.
Un dato curioso de esta fortaleza es que se utilizó para conquistarla y defenderla a 500 soldados del legendario general Ming Koxinga (國姓爺). Este general fue famoso porque ante el avance manchú se refugió en Taiwán, en ese momento dominada parcialmente por los españoles y los holandeses. Al ver los abusos de estos contra los nativos, Koxinga se puso en marcha y expulsó a las dos potencias, demostrando que los chinos podrían hacer frente a las potencias occidentales.
También es curioso que aunque los soldados de este general eran leales a la dinastía Ming y pelearon y huyeron de sus hogares ante la presencia Qing, al final fueran utilizados por el emperador manchú Kangxi (康熙) debido a su gran experiencia marítima, experiencia que utilizaron contra los rusos en el rió Amur.
Tras la derrota rusa, al ver que no había otras opciones, comenzaron las negociaciones diplomáticas, por lo que el zar Pedro el Grande envió a Fiodor Golovin, un gran noble terrateniente, al mando de menos de medio millar de los temibles strelzí, un contingente militar de élite. Por su parte el hijo del cielo mandó al ministro Songgotou, junto a su respectivo contingente de soldados.
En estos contingentes iban tres personajes que serían cruciales para las relaciones diplomáticas, la firma del tratado de paz y la información que tenemos actualmente sobre el mismo.
Se trata del misionero portugués Tomás Pereira y el francés Jean-Francois Gerbillon, por el lado chino, y el misionero polaco Andrei Bielobocki por el lado ruso.
El papel que desempeñaron estos sacerdotes jesuitas fue fundamental puesto que ninguno de las dos embajadas sabia el idioma de la otra, por lo que era imposible que los chinos se entendieran con los rusos y viceversa, lo que habría obstaculizado el acuerdo.
Por ello la redacción del texto y firma del mismo se realizó en tres idiomas: ruso, manchú y latín. También se escribió posteriormente en mongol y chino, pero es importante observar que este último no estaba incluido en la primera versión del tratado, lo que daba a entender que la nueva dinastía era manchú, no china, y pretendía mantener su cultura.
El tratado estipulaba la creación de una frontera común a lo largo del rió Amur, la destrucción de las fortalezas rusas en dominio manchú y el asentamiento de los rusos que ya habitaban en estos, aunque no se permitía la llegada de nuevos colonos.
Este tratado fue importante puesto que fue el primero firmado entre una potencia occidental y China, que a su vez se reafirmaba como una nación por derecho propio. También iniciaba el comercio terrestre y el intercambio de embajadas con Rusia, situación que las potencias como Gran Bretaña o Portugal envidiaban.
Este tratado estuvo vigente hasta el siglo XIX, cuando una nueva crisis sacudió al Imperio Chino y los rusos aprovecharon para hacerse con el norte del rió Amur y la costa de Vladivostok. Esta configuración de las fronteras se ha mantenido hasta la actualidad, en la cual los dos países hacen frontera también con Corea del Norte.
Esta adquisición se hizo mediante el Tratado de Aigun en el año 1858, con el cual Rusia consiguió 600.000 kilómetros cuadrados de territorios chinos. Las aspiraciones rusas para hacerse con estos dominios comenzaron durante el reinado de Catalina la Grande (1762-1796).
Esta reina quería convertir a Rusia en una potencia naval en el Pacifico, por lo que necesitaba de la cuenca del rió Amur para llegar a él. Para ello comenzó a establecer colonos y tropas cerca de la frontera, preparados para internarse en China a la mínima ocasión.
China por su parte no prestó atención a estos movimientos, puesto que estaba más preocupada sofocando la gigantesca Rebelión Taiping, que puso en serios aprietos al país.
Tras esta guerra vino la segunda Guerra del Opio contra Gran Bretaña y Francia, las potencias occidentales del momento. Fue aquí cuando los rusos decidieron actuar y amenazaron a China con declararle la guerra en caso de que no cediesen los territorios del rió Amur.
Para no abrir un segundo frente los chinos aceptaron esta demanda y empezaron las conversaciones. En el tratado de Aigun los rusos consiguieron la cuenca del río Amur, así como el dominio conjunto a China de los territorios delimitados al oeste por los Ussuri, al norte por el Amur y al este y al sur por el Mar del Este.
Desgraciadamente este tratado no se conoce en la cultura popular y apenas se hacen referencias a él en los estudios sobre Asia Oriental. En cuanto a la popularidad, China y Rusia tienen adjudicados un puesto menor debido a la preponderancia de Japón y Corea en la cultura mainstream.
¿Qué te ha parecido este tratado? ¿Sabías que el primer tratado chino con un país occidental fue con Rusia? ¿Conocías la anécdota sobre los eclesiásticos y el uso del latín? Si te parece tan fascinante como a nosotros el uso de un idioma tan alejado del ruso y el chino y en unas condiciones tan extrañas, puedes dejarnos un comentario abajo dando tu opinión.