Durante siglos, los hindúes y los budistas de todo el valle de Katmandú han adorado a las kumari, niñas a las que creen poseídas por la diosa hindú Durga, conocida como Taleju en Nepal.
Sabemos que cada cultura y religión pueden resultar sorprendentes para los ajenos a ellas. Para algunos, ciertas prácticas pueden verse como “raras” o, en su defecto, “curiosas” y “exóticas”. Y es que muchas de ellas pueden afectar a todos los aspectos de la vida. Por eso, hoy viajaremos hasta Nepal para hablar sobre las niñas Kumari.
En muchas tradiciones religiosas, las diosas solo existen en el reino espiritual y son representadas en la tierra mediante estatuas e íconos. Pero en el valle de Katmandú, en Nepal, están vivas y toman forma de niñas. Se les conoce como kumari, que se traduce como “niña virgen”, y son seleccionadas desde una temprana edad. Estas pequeñas son veneradas como deidades, pero a cambio deben de confinarse a la soledad y a una vida repleta de normas que poco tienen que ver con la infancia.
Según la leyenda, el rey Jayaprakash Malla comenzó a tener pensamientos impuros hacia la diosa Taeju cuando vio entrar a una serpiente roja en su alcoba. Ella, al darse cuenta, decide castigarle con no mostrarse más en su forma de mujer, sino como una niña. Y desde entonces, el espíritu de la diosa se esconde entre las niñas, como castigo al rey.
¿Cómo son seleccionadas? Según explicó Chanira Bajracjarya, una antigua kumari (desde los cinco años hasta los quince), para que una niña se convierta en diosa necesita ser perfecta y tener un corazón y alma puros. Esto es fundamental para ser una deidad viviente. Si bien para sus familias y ellas se trata de un honor que le puede conceder innumerables bendiciones, deben seguir una serie de normas que no son nada fáciles y que, a nuestros ojos, podrían verse como crueles.
Por ejemplo, no se les permite asistir a la escuela ni jugar con los que eran sus amigos. Tampoco pueden comunicarse con cualquiera, sino con un círculo muy cerrado y es muy importante que estos no lleven prendas de cuero. Deben vestir los ropajes propios de la Diosa, que consiste en una túnica y adornos rojos, e ir maquilladas. Tampoco pueden comer alimentos tabúes, como los huevos de gallina o pollo, por lo que siguen una dieta bastante restringida.
Y, sobre todo, sus pies no pueden tocar el suelo. Bueno, realmente no tienen permiso para caminar por el suelo fuera del templo de adoración donde residen. Así que, cuando salen, son cargadas para que esto último se cumpla a rajatabla.
Otra norma que deben seguir, quizá la más difícil para las niñas de esa edad, es permanecer quietas durante largos períodos, en los que dan sus bendiciones a miles de visitantes durante los festivales y los rituales que le son impuestos como deber.
A parte de la perfección y un corazón y alma puros, estas niñas deben de cumplir otros requisitos.
¿CUÁLES SON LOS REQUISITOS PARA SER UNA KUMARI?
Para empezar, las diosas kumari son escogidas entre las niñas de la comunidad Newari del valle de Katmandú. A su vez, deben provenir de la casta shakia, la misma a la que pertenecía Buda.
Al tratarse de una creencia de origen budista e hinduista, son los sacerdotes de ambas religiones, junto a un astrólogo, los que se encargan de examinar y seleccionar a la niña. Este “examen” consiste en certificar si la virgen seleccionada tiene los 32 lachhins, es decir, unos atributos físicos y psicológicos que tuvo Buda. Se dice que, cuando una madre sueña con una serpiente roja (¡la misma que entró en la alcoba del rey!) es un aviso de que la diosa Taleju ha elegido el cuerpo de su hija.
A partir de ahí, las familias pueden presentar a sus hijas ante unos “jueces”, que son los encargados de determinar si las niñas presentan esos 32 signos de pureza.
Muchos de estos atributos tienen que ver con los animales. Por ejemplo, que posea piernas de ciervo, cuello en forma de caracola, pecho de león y tez dorada, entre otros. También se comprueba que su historial médico sea impecable, que su dentadura sea perfecta y que su cabello y ojos sean muy oscuros. Un dato curioso es que también se tiene en cuenta su signo zodiacal, que debe de ser similar al del presidente para asegurar la buena ventura.
Otro atributo que se tiene en cuenta es su valentía, para la que tienen que superar ciertas pruebas, como permanecer encerrada en una habitación a oscuras durante toda la noche, donde tendrás que velar a vacas muertas entre máscaras de demonios. Una prueba terrorífica, desde luego. Pero la recompensa vale totalmente la pena.
Se cree que esta tradición comenzó alrededor del siglo XII. Y aunque existen muchas kumaris a lo largo de todo el territorio nepalí (varias en algunas ciudades), la más conocida en la kumari real de Katmandú.
¿CUÁNTO DURA EL REINADO DE UNA KUMARI?
El reinado de las kumari es bastante corto al ser una “reencarnación temporal” de una diosa en el cuerpo de una mortal. Desde que son seleccionadas con cinco años hasta que, generalmente, les llega su primera menstruación. Pero su reinado también puede acabar con cualquier rasguño o herida que haga que pierdan sangre. Esto es así porque, según la creencia popular, la diosa Taleju abandona su cuerpo cuando pierden sangre y es ahí cuando empieza la búsqueda de otra niña virgen.
Sin embargo, una diosa viviente siempre es destituida cuando llega su primera menstruación. Así pues, la sangre de la primera menstruación las desacraliza.
A partir de este momento, se da la transición de diosa a adolescente normal. Estas niñas que vivieron aisladas durante gran parte de su vida, ahora deben aprender a hacer amigos, ir a la escuela y andar por las calles como una persona normal. En resumen, se ven obligadas a insertarse en una normalidad que les es completamente desconocida.
“Un día eres adorada como diosa y al día siguiente no eres nadie”.
Pero lejos de lo que se puede pensar, muchas de ellas siguen defendiendo esta tradición y creen que debe continuar, pues conforma la identidad espiritual y cultural de Nepal. A día de hoy, muchas organizaciones defensoras de los derechos humanos denuncian la situación de estas niñas, pero poco han logrado. Aunque a los ojos de la mayoría de nepalíes, es mejor crecer en la piel de una diosa enclaustrada que en las calles por la pobreza.
De modo que, a pesar de la carga financiera y sacrificios que implica mantener a una niña como diosa viviente (que cubre la familia de la propia kumari) junto con las dificultades de su rehabilitación una vez alcanza la pubertad, muchas familias siguen dispuestas a presentar a sus hijas a la selección.
Hasta aquí el post de hoy. Dinos, ¿conocías a las kumari y toda la tradición y cultura que hay detrás de ellas? ¿Te ha parecido interesante el post? ¡Déjanos saber tu opinión en los comentarios!
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