Memorias de una Geisha

Es muy posible que conozcas la novela y posterior adaptación a la gran pantalla de “Memorias de una Geisha”, escrita por Arthur Golden. La película en concreto no tuvo éxito pese a su cuidada escenografía y ambientación, la cual resulta muy atractiva al espectador occidental, además de por su banda sonora (premiada con un Grammy). Sin embargo, la novela original no es tan inofensiva como parece.

Fotograma de la película en cuestión

El problema radica principalmente en dos puntos: el anonimato de una de las geishas entrevistada a la hora de escribir la novela y la imagen que da de las geishas en la misma. Mineko Iwasaki firmó en su momento un acuerdo de confidencialidad, en el cual se estipulaba que su identidad no podría ser revelada bajo ningún concepto con el fin de proteger a su familia. Este acuerdo fue incumplido ya que mencionó a la susodicha tanto en los agradecimientos de la novela como en varias entrevistas a nivel nacional, resultando en que ella recibiera amenazas por desvelar información sobre su profesión, además de que la propia protagonista (Sayuri) y muchos de los personajes y sucesos de la novela guardan similitud con la propia Mineko y muchas personas y acontecimientos de su vida.

La polémica no acaba ahí, sino que Arthur Golden también fue denunciado por difamación al ofrecer un retrato distorsionado de la vida y formación de las maiko y geishas. Y es que incluso para muchos japoneses los distritos de geishas, karyukai (literalmente “mundo de la flor y el sauce”) suponen un misterio y más aún para el público occidental. Por estas razones el autor fue llevado a juicio en 2001 por incumplimiento del acuerdo y difamación, llegando a un acuerdo no judicial en 2003. Un año después Mineko Iwasaki publicó sus propias memorias en un intento de limpiar la imagen dada por Golden.

Mineko Iwasaki

Lo primero que llama la atención a la hora de comparar ambos libros es el marco temporal, ya que mientras que el de Golden tiene lugar antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial, las memorias de Mineko comienzan en la posguerra, con su nacimiento en 1949. Hay ciertos puntos en los que los relatos difieren y Mineko hace especial énfasis, como en el comienzo de su educación como maiko y posterior geisha. Mientras que Golden ofrece un retrato desgarrador en el que Sayuri y su hermana Satsu son vendidas, separadas y dejadas a su suerte en un ambiente desconocido, Mineko cuenta que su iniciación fue voluntaria siendo apenas una niña (aunque con insistencia de la dueña de la okiya):

Mientras yo hacía todo lo posible por tranquilizarme, Doña Fuguillas, sonriendo de oreja a oreja, nos condujo a Satsu y a mí a cierta distancia del grupo. Cuando estuvimos lo bastante alejados para que no pudieran oírnos, su sonrisa se desvaneció, y dijo:

—Ahora escuchadme bien. ¡Sois dos niñas malas! —echó un vistazo alrededor para asegurarse de que nadie nos miraba y nos dio un cachete en la cabeza. No me hizo daño, pero pegué un grito, sorprendida—. Como hagáis algo que me ponga en evidencia —continuó—, os vais a acordar de mí. El Señor Bekku es un hombre muy severo; tenéis
que prestarle mucha atención. Y si os dice que os metáis debajo del tren, lo hacéis. ¿Comprendido?

Por la expresión de la cara de Doña Fuguillas deduje que si no contestaba algo, me pegaría. Pero estaba tan asustada, que me había quedado sin habla. Y entonces, exactamente como me había temido, me agarró y empezó a pellizcarme en el cuello de tal forma que no sabía qué parte del cuerpo me dolía. Me sentía como si me hubiera caído en un barreño lleno de unos bichos que me mordían a diestro y siniestro, y me oí quejarme. Lo siguiente que vi fue al Señor Tanaka a nuestro lado.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo—. Si tiene que decirle algo más a las muchachas dígaselo mientras estoy aquí. No hay ninguna razón para tratarlas así.

—Claro que tendríamos muchas más cosas de las que hablar. Pero ahí llega el tren—dijo Doña Fuguillas. Y era cierto: lo vi culebrear en una curva ya bastante cerca de nosotros.

El Señor Tanaka nos volvió a llevar al andén, donde los campesinos y las ancianas reunían sus pertenencias. Enseguida el tren se detuvo delante de nosotros. El Señor Bekku, con su rígido kimono, se metió como una cuña entre Satsu y yo y, agarrándonos por el codo, nos hizo subir al vagón. (…) Nos paramos ante una de las puertas, y el Señor Bekku me dijo que bajara. El saltó detrás de mí, y entonces, como si no hubiéramos tenido ya bastante por aquel día, sucedió lo peor de todo. Pues cuando Satsu hizo ademán de bajar también, el Señor Bekku se volvió y la detuvo con su largo brazo.

—Tú quédate aquí —le dijo—. Tú vas a otro lado.

Miré a Satsu, y Satsu me miró. Puede que fuera la primera vez en nuestra vida que entendíamos perfectamente cómo se sentía la otra. Pero no duró más de un instante, pues los ojos se me inundaron de lágrimas y ya no vi nada más. Sentí cómo me arrastraba el Señor Bekku; oí voces femeninas y una pequeña conmoción. Estaba a punto de tirarme al suelo cuando vi que Satsu se quedaba boquiabierta por algo que había en la puerta, a mi espalda.

~·~

Madame Oima utilizó todos los argumentos posibles para convencerlo de que yo haría una brillante carrera a su lado y de que no debía interponerse en mi camino. Le rogó que reconsiderase su decisión. Recuerdo muy bien sus palabras:

Iwasaki es la mejor okiya de Gion. Masako tendrá allí más oportunidades que en cualquier otro sitio.
(…)

En cuanto llegamos a casa, me metí en el armario, desde donde pude oír hablar a mis padres.

—¿Sabes, Chic? —comentó él—. Me parece que seré incapaz de hacerlo. No soporto la idea de que se marche.

—A mí me sucede lo mismo —aseguró ella.
(…)

Mis padres estaban de buen humor. Pensé en ello mientras daba cuenta de la carne. Pero, cuanto más pensaba, más taciturna me ponía y menos me apetecía comer. Empecé a reflexionar sobre mi propia felicidad. ¿Aumentaría si me mudaba a la okiya Iwasaki? ¿De qué modo lo conseguiría? ¿Cómo llegar allí? Se hacía preciso trazar un plan.
(…)

La noche que pasé en la okiya Iwasaki fue, en cierto modo, el comienzo de mi traslado. Un tiempo después, permanecí por espacio de dos noches seguidas. Luego, mis visitas se alargaron varios días. Al poco, los días se convirtieron en un mes. Y, al final, próxima a cumplir los cuatro años, me mudé allí de manera definitiva.

(Masako Tanaka fue el nombre de Mineko Iwasaki antes de ser adoptada por la okiya)
Otro detalle es que Golden toma el apellido familiar original de Mineko como el de uno de los hombres que interviene en la venta de Sayuri y su hermana, y la propia Satsu presenta un paralelismo con una amiga de Mineko, que al igual que ella es entregada a los barrios de placer siendo niña (aunque la segunda consigue salir y se convierte en geisha).

El trato de la dueña de la okiya con las geishas en el libro de Golden se asemeja al de una madrastra, mientras que en el caso de Mineko se muestra amable y educada, ya que al ser adoptadas por la okiya forman parte de la familia. Por ello mientras que la infancia y aprendizaje de Sayuri se centran en gran parte en los intentos de esta de escapar de esa vida, a Mineko le encanta su vida y aprender a bailar. En definitiva, el relato de Golden dramatiza la vida y formación de una geisha.

El punto más polémico es en el rito por el cual una maiko se convierte en geisha, llamado mizuage, sobre el cual ambos libros difieren. Mientras que en la novela de Golden consiste en la “compra” de ser el primero en mantener sexuales con la maiko, Mineko explica que se trata de cambiar de peinado cinco veces como muestra de los pasos necesarios para llegar a ser una geisha y, para representar esta transición de niña a mujer, se le corta de forma simbólica el moño y, a partir de ese momento, la joven empieza a lucir un peinado más adulto:

Shimabara era un distrito autorizado donde ejercían su oficio las cortesanas o prostitutas de categoría, las oiran y las tayu, que, al mismo tiempo, eran expertas en las artes tradicionales. Como las maiko, las jóvenes oiran también celebran su mizuage, pero en su caso el ritual consistía en ser desfloradas por un cliente que pagaba una importante suma de dinero por tal privilegio. Esta ambivalencia de la palabra mizuage ha creado, por otra parte, cierta confusión sobre lo que significa ser geisha. Las tayu y las oiran firmaban un contrato y, hasta su vencimiento, permanecían confinadas en el barrio.

Esto causó revuelo ya que no hizo más que alimentar el mito de que las geishas son el equivalente de las prostitutas en occidente.

Dejando las polémicas aparte, la novela de Golden puede ser amena y disfrutable siempre que se tome por lo que es: una novela romántica de ficción, no una novela histórica ni un manual sobre la vida de la vida de una geisha.

Y tu, ¿conocías estas grandes diferencias entre la reconocida obra escrita por Arthur Golden, “Memorias de una geisha” y el relato propio de Mineko Iwasaki? ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha resultado curioso?

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