La tumba de las luciérnagas: expresión artística de la historia

¿Alguna vez has visto la película La tumba de las luciérnagas del año 1988 y del Studio Ghibli? En caso afirmativo, sabrás lo triste, cruda y desgarradora que es. Pero… ¿Conocías todo el trasfondo históricas y las referencias que hay detrás del filme? Porque esta película no es un largometraje cualquiera, sino una de las obras maestras del estudio precisamente por lo profunda y madura que es, a pesar de tratarse de un filme de animación. En caso negativo, te invitamos a quedarte para analizar con nosotros esta película. ¡No te lo pierdas!

Si eres un fanático del Studio Ghibli y no te quieres perder ninguna actualización, estate atento a nuestro blog. ¡Estamos pendientes a las actualizaciones del estudio! E incluso hemos escrito algunos posts sobre el mismo, como El parque temático de Studio Ghibli y El regreso de Hayao Miyazaki: El chico y la garza. No dudes en visitar ambos posts, no te quedarás indiferente.

Sin más dilación, pasamos al análisis de La tumba de las luciérnagas.

¿DE QUÉ VA LA PELÍCULA?

Para empezar, debemos tener claro una cosa: La tumba de las luciérnagas es una película, dirigida por Isao Takahata, que narra una historia basada en hechos reales. Concretamente se basa en los acontecimientos que vivió el autor de la novela en la que se basa el largometraje, Akiyuki Nosaka. ¿Cuáles son estos acontecimientos? La historia tiene lugar en el Japón de la Segunda Guerra Mundial, tras un bombardeo de las fuerzas armadas norteamericanas. Los protagonistas son dos hermanos huérfanos, Seita y Setsuko, y de cómo trataban de sobrevivir en esos momentos tan duros de la historia.

Seita es un adolescente que se encarga de cuidar a su hermana pequeña, Setsuko, tras la muerte de su madre en un bombardeo. Su padre es un almirante en la marina, así que no les queda más remedio que refugiarse en la casa de su tía. En un primer momento, logran sobrevivir gracias a la caridad de esta, pero pronto, debido a la escasez, los deja de ayudar y deberán aprender a sobrevivir por su cuenta. Deciden vivir en una cueva que encuentran y allí ambos malvivirán con el poco dinero que les queda hasta morir de inanición. Nos encontramos ante una aventura cargada de momentos duros y penuria. Y no solo para los protagonistas, sino también para el espectador, que los seguirá hasta el final.

¿Lo más curioso de todo? El espectador sabe desde el primer momento que el protagonista va a morir, ya que nada más empezar la película se nos muestra la muerte de Seita. De hecho, es su fantasma el que nos narra la historia. De un plumazo, se marca el tono inevitablemente trágico de la película y se anuncia que lo importante no está aquí en la trama.

Seita y Setsuko.
Seita y Setsuko.

Prepárate para ver y leer el análisis de una de las películas más tristes del estudio de animación japonés. Y es que la historia de ambos niños se volverá cada vez más dura a medida que vaya avanzando la película, a veces hasta rozar lo insoportable. De esta manera, el estudio demuestra una vez más que las películas de animación no son solo para niños, sino también para adultos. ¡Y que también pueden emocionarnos, aunque sean de dibujos!

El largometraje se centra en la historia del siglo XX, no solo de Japón, sino del mundo entero. Y es que la Segunda Guerra Mundial fue un punto de inflexión por la cantidad de bajas y destrucción que trajo consigo. Prueba de ello son las cicatrices que en la actualidad siguen sin llegar a curarse. Dentro de la no-ficción que se ve en el filme durante todo momento se puede apreciar cómo, en lugar de la guerra como tal, se habla de las consecuencias. Es vivir en la guerra, o más bien sobrevivir. En los 88 minutos que dura el largometraje nunca se verán, de manera explícita a ningún alto mando de los ejércitos. Sin embargo, no son pocas las veces que nombran a quienes luchan en el frente desde el máximo orgullo.

La narrativa y la visual chocan por completo para mostrar la contradicción de la guerra. Mientras por un lado se muestra sin tapujos las duras condiciones de vida y de desconcierto, se presenta el orgullo nipón. En ningún momento se pierde la esperanza por ganar, cosa que vemos en los propios protagonistas, que juegan a ser soldados e incluso cantan himnos bélicos que narran la derrota del enemigo.

Entrando en materia más profunda, el largometraje habla de la niñez rota e interrumpida, de la violación de la inocencia, de la crueldad humana, del desinterés y del egoísmo en tiempo de guerra. Se supone que, en los momentos más difíciles, sobre todo si el contexto es una guerra, lo mejor del ser humano tendría que salir a flote. En la película los únicos que parecen seres humanos son los dos hermanos protagonistas y solo porque hasta cierto punto no son conscientes de todo lo que está ocurriendo a su alrededor. No entienden por qué su querida tía, de repente, es tan cruel y egoísta con ellos. No entienden por qué la guerra transforma a las personas.

Pero tiene sentido, ¿no? Al final los seres humanos tienden a mirar por sí mismos y sus seres queridos en esta clase de contextos. Claro que la mente de un niño no llega a comprenderlo. Y con esto, lo que busca el estudio es reflejar una de las crudas realidades de la guerra: las peores víctimas en todos los aspectos son precisamente los niños.

A su vez, si existe un sello por el que destaque el estudio de animación, es por su constante mensaje antibelicista que aparece en algunas de sus películas. Todo debido al pasado del país nipón y de cómo los conflictos bélicos siempre traen desgracias y penurias. Por esta razón, nunca vemos un conflicto directo en la película ni al enemigo de la armada japonesa. La trama no es esa.

La historia sigue a dos niños que se quedan huérfanos y que buscan sobrevivir en un mundo que les ha dado la espalda. Se narra cómo deben vivir solos, sin nada ni nadie que les pueda ayudar, comiendo lo que encuentran, refugiándose donde encuentren un techo y, aun así, peleando por mantenerse con vida un día más. El final de este largometraje es desgarrador, duro, cruel. Y lo peor de todo, cierto.

ISAO TAKAHATA Y SU ESTILO

Antes de adentrarnos en este director y su estilo, debes saber esto: La tumba de las luciérnagas se estrenó a la par que el gran éxito de Studio Ghibli Mi vecino Totoro. Por esta razón, el largometraje de Takahata fracasó inevitable. A pesar de ello, se ha acabado convirtiendo en la película más popular del director, principalmente gracias al apoyo de la crítica internacional, que la ha aupado una y otra vez en las listas de las mejores películas de animación de la historia. Un análisis cuidadoso de la película permite comprender tanto su fracaso en la taquilla japonesa como las múltiples alabanzas que ha cosechado desde su estreno.

Después de esa anotación, nos centraremos en Isao Takahata. Podríamos decir que el estilo de este director era bastante sencillo. No usaba grandes efectos especiales ni demasiadas animaciones extraordinarias, sino que se centraba en mostrar la realidad sin adornos ni embellecimiento alguno. Quizás ahí reside la verdadera belleza de la película. Sin cargar los momentos emotivos, convirtió una gran historia en una “pequeña”, como si fuera un cuento infantil más. Cuando realmente es todo lo contrario.

La tumba de las luciérnagas es en sí misma, a pesar de su sencillez, una historia cargada de emociones en el que no hay ni un solo punto álgido que destaque por encima de los demás, como suelen hacer en otras películas. Se trata de una emoción contenida, verdadera, sincera, directa, que viste la narración sin ningún tipo de artificio o filigrana argumental, de esas que engañan al espectador para llevarlo al borde de la lágrima. Déjame decirte que aquí se está al borde de la lágrima continuamente, así que, si vas a verla, te recomendamos que prepares los pañuelos.

Sin embargo, el objetivo esta película tampoco es que el espectador se quede con una mala sensación todo el rato. Takahata busca, principalmente, trabajar con dos realidades que están en constante conflicto:

  • Por un lado, los esfuerzos de Seita por proteger a su hermana pequeña y evitar que sufra. Le oculta la dura realidad, como la muerte de su madre y la verdadera situación de su país. A su vez, abandona la seguridad y comodidad de la casa de su tía cuando Setsuko le dice que no le gusta estar allí. Prefiere buscarse la vida por su cuenta y luchar por sobrevivir con tal de mantener a su hermana feliz. De esta manera, Seita construye una realidad en la que solo existen su hermana y él, apartados del mundo y de la guerra.

Viéndolo desde esta perspectiva, La tumba de las luciérnagas podría ser un sentido melodrama sobre los esfuerzos de un joven por preservar la inocencia de su hermana. El resultado no estaría muy lejos del de La vida es bella (La vita è bella, Roberto Benigni, 1997), pero la mirada de Takahata es mucho más compleja y honesta.

  • De esta manera, tenemos el otro lado. Al mantener el foco en Seita, la película nos muestra a un adolescente que ve su país en ruinas, cuando lo único que había conocido previamente era un imperio fuerte, que buscaba someter a sus enemigos y ponerlos de rodillas. Seita sueña con volver a la época anterior a la guerra, con sus padres, donde Japón era un estado glorioso y fuerte. Y por estas fantasía y anhelos, descubrimos que, en realidad, Seita necesita a Setsuko mucho más que su hermana a él. Inconscientemente, está usando a su hermana como escudo para negar la realidad que le rodea, le oprime y le entristece hasta niveles que es incapaz de procesar.

Pero Takahata se asegura de que este acto de negación no esté reñido con el amor que Seita siente por Setsuko. La tumba de las luciérnagas es tanto la historia de un país sumergido en el proceso de duelo de su fantasía belicista como la de dos hermanos que luchan por seguir juntos, seguir vivos y seguir queriéndose.

Isao Takahata construyó esta película desde los ojos de un niño, desde su imaginativa y creativa mente, llena de curiosidad, inocencia y asombro para luego romper una y otra vez el sueño según la guerra llama a la puerta. La tumba de las luciérnagas es una de las primeras películas de animación japonesa que busca el realismo en la representación de Japón (algo que tradicionalmente se consideraba de mal gusto). Y precisamente ahí reside la importancia de este largometraje y por qué ha sido tan alabada.

De hecho, que toda la película esté narrada por el propio Seita tras su muerte, de manera que deambula en el tiempo y hace un recorrido por su trágica historia, busca enfatizar de manera precisa lo mencionado anteriormente. Es una herramienta más de Takahata para poner el foco en la sociedad japonesa, más que en la propia guerra, para obligarnos a mirar hacia atrás, al pasado. Cuando alcanzamos el último plano, con los dos espectros observando el nuevo Japón, iluminado como un millar de luciérnagas construido sobre las ruinas del antiguo, se entiende que la película no buscaba otra cosa que recordarnos que ese espíritu prebélico, victorioso e imperialista, aún sigue presente.

Desde luego, La tumba de las luciérnagas no es una “simple” película. Al contrario, podríamos considerarlo una los largometrajes más potentes del estudio. Elaborado con la belleza y animación característica del Studio Ghibli, Isao Takahata logró transmitir la dura realidad de un período oscuro de la historia mundial. Y precisamente por esta razón es considerada su obra maestra. ¡Y no podemos estar más de acuerdo!

Hasta aquí el post de hoy, esperamos que te haya gustado. O al menos, que te haya emocionado y generado ganas para ver (o ver de nuevo) este clásico de la animación japonesa. ¡Déjanos en los comentarios qué te ha parecido y si quieres comentar algo que nos hayamos dejado en el tintero! ¡Te esperamos en el próximo post!

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